Nadie presta atención al cielo, hasta que se enamora

miércoles, 8 de junio de 2011

tanto hablar de fin que ahora a penas duele

Ya se de sobra que tiene esa sonrisa y esas maneras, y el remolino que forma en cada paso de gesto que da.  Por eso, eso que me cuentas de que mírale como bebe las cervezas y como se revuelve sobre las baldosas, y qué fácil parece a veces enamorarse. Todo eso de que puede llegar a ser ese puto único motivo de seguir vivo y a la mierda con la autodestrucción. Todo eso de que los besos de ciertas bocas saben mejor es un cuento que me se desde el día que me dio dos besos y me dijo su nombre. Pero no sabes lo que es caer desde un precipicio y que aparezca de golpe y de frente para decirte: ''venga, hazte un peta, y me lo cuentas''. No sabes lo que es despertarte y que se retuerza y bostece, luego te abrace, y luego no sepas como deshacerte de todo el mundo. 
Así que supondrás que yo soy el primero que entiende que pierdas la cabeza por sus piernas, y el sentido por sus palabras, y los huevos por un mínimo roce de mejilla. Quiero decir; que a mi de versos no me tienes que decir nada, que hace tiempo que escribo los míos. 
Que sé como agacha la cabeza, levanta la mirada y se muerde el labio superior. Que conozco su voz en formato susurro y en formato secreto. Que me sé sus cicatrices, y me sé lo de sus rodillas y la forma de rozar las cuerdas de la guitarra. Que yo también he memorizado su número de teléfono, pero también el número de sus escalones. Que no sólo conozco su última pesadilla, sino también las mil anteriores. Que yo sí que no tengo cojones de decirle que no a nada, porque tengo más deudas con su espalda de las que nadie tendrá jamás con la luna. 
Y mira que hay tontos enamorados en este mundo... Que te entiendo, que yo escribo sobre lo mismo.
Que razones tenemos todos, pero yo mucha más que vosotros. 



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