Nadie presta atención al cielo, hasta que se enamora

domingo, 9 de octubre de 2011

labios apretados indican dureza de corazón

Tengo una amiga que está sufriendo por amor, o por desamor, todavía no lo tiene muy claro. Ya sé a lo que suena lo de ''tengo una amiga'', pero de verdad, esta historia no es la mía, lo que quizá conlleve cierta desilusión. Intentad entender que no puedo estar hablando siempre de mí. Al menos una vez al año debo cederle el protagonismo a otras personas. El caso es que su vida iba bien hasta que el tipo con el que estaba ha comenzado a actuar de manera extraña y a marcar distancias. Lo de actuar de forma extraña, evidentemente, es subjetivo. Igual el chico no ha hecho nada raro, pero como el testimonio en el que me baso es el de mi amiga, pues nos lo creeremos. Entonces ella, que ya lleva una racha extenuante de desencuentros con el sexo opuesto, se pregunta si volverá a enamorarse en el futuro, y ya si eso, de alguien que también esté enamorado de ella. Yo le digo que la siguiente relación no tiene por qué salir mal y ella me dice que sí, pero que tampoco tiene por qué salir bien. Y tiene razón. La acumulación de desgracias no tiene por qué desembocar a una gran alegría. Sé que esto suena desesperanzador, pero la suerte, el destino o lo que sea que haya, es un misterio del que apenas tenemos claves.
¿Entonces de qué depende encontrar a alguien o no? Vamos a analizarlo (Seamos sinceros, la que lo va a analizar soy yo). De entrada creo que utilizamos mal la palabra amor (sí, sí, vosotros también). Le llamamos amor a la necesidad, al parche que momentáneamente disipa la soledad, a la consecuencia de un proceso hormonal, al afecto, pero estoy segura de que el amor trasciende todos estos estados primarios que enumero. Así que para ser coherente con mi discurso, en vez de llamarlo amor, pasaré a llamarlo la cosa esa. Bien, pues empiezo a sospechar que la cosa esa hay que ganársela. La cosa esa no viene porque sí, al igual que no debería desaparecer porque sí. ¿Y por qué pienso esto? Me alegro de hacerme esta pregunta. Lo pienso porque a veces la vida se encauza para situarte frente a ese ser humano que parece sacar lo mejor de ti. Ese ser humano con el que sientes que comienzas a desplegarte. Ese ser humano cuyo solo recuerdo te hace sonreír en los momentos más dramáticos, porque sólo su existencia, de alguna manera, espolea la tuya. Y entonces comienza el declive. La cosa esa a menudo da paso a la inseguridad, a los celos, a la elucubración sobre los movimientos del otro, a intentar recuperar todo lo que por decisión propia has depositado en él. Y ahí se acabó. La vida te da la oportunidad de volar, pero uno se boicotea hasta quedarse con dos muñones que por un momento fueron alas. Todos nos encontraremos con la posibilidad de experimentar la cosa esa, pero no todos estaremos a la altura para que permanezca, ya sea en forma de relación, o en forma de impulso, incluso cuando el otro ya ha desaparecido de tu vida. Si no sabes crecer con la cosa esa, todo apunta a que te es arrebatada. Soñamos con encontrar la cosa esa, adentrarnos en la cosa esa, vivir la cosa esa hasta que algún día seamos capaces de mirarla a los ojos y empezar a llamarla amor. Y ese día llegará, a amiga.

No hay comentarios:

Publicar un comentario